Por: Hugo Alberto Carballo Martínez
Cuando hablamos de tránsito, tanto en su prevención como en la investigación para reconstruir un evento siniestral, debemos tener en cuenta siempre los tres componentes intervinientes: el hombre, el camino y el vehículo, que conforman el Triángulo Accidentológico. Es decir, hay que analizar cada uno de ellos y cuál fue su incidencia real en la producción del accidente, para determinar de qué manera deben considerarse en la reconstrucción de un hecho de tránsito.
Desde su creación hasta la actualidad, el automóvil ha evolucionado a pasos agigantados, sin considerar por dónde circula ni quién lo conduce. Esto está íntimamente ligado a la investigación de los accidentes de tránsito terrestres, ya que su evolución tecnológica muchas veces no se corresponde con la verdad real sobre la producción y conformación de estos hechos.
Todos los componentes y mecanismos originales de los automóviles, desde sus inicios hasta hoy, mantienen la misma estructura básica, pero se han ido agregando nuevos elementos tecnológicos. Primero, dispositivos electromecánicos combinados, que dieron paso a la electrónica, y posteriormente a la informática, la cual está presente actualmente en automóviles de distintos tamaños y tipos.
De esta forma, podemos identificar distintas generaciones de automóviles que deben tomarse en cuenta en la investigación de accidentes terrestres, clasificándolas de la siguiente manera:
Primera generación: de los mecanismos
Segunda generación: electromecánicos
Tercera generación: electrónicos
Cuarta generación: informáticos
Por lo tanto, el investigador de accidentes de tránsito no solo debe aplicar ciencias básicas, sino también tener una visión amplia sobre las distintas ciencias aplicadas a los automóviles y sus diversos comportamientos ante eventualidades en el tránsito.
No solo se considera el comportamiento dinámico del vehículo, sino también el comportamiento humano, un tema subjetivo a la hora de evaluarlo e incluirlo en la labor pericial. Esto se debe a los diversos factores que influyen en la conducta humana ante diferentes situaciones, como la falta de educación vial o las características personales de conductores y peatones.
Existen estudios realizados por personal especializado en tránsito vehicular desde el punto de vista sociológico y psicológico, basados en muestras estadísticas poblacionales de distintas regiones. Sin embargo, es importante recordar que el comportamiento de los usuarios de la vía depende mucho de la idiosincrasia local. Por ello, al realizar estudios periciales, es fundamental conocer el tipo de población del lugar y el origen de los accidentados. Por ejemplo, no es igual hacer un peritaje de tránsito en la Ciudad de Córdoba, Argentina, que en la ciudad de Arequipa o Lima, en Perú.
Surge entonces una pregunta relevante: ¿Está capacitado en Latinoamérica el conductor de vehículos —ya sean bicicletas, autos, vehículos utilitarios, minibuses, ómnibus o camiones— que cuentan con los últimos avances tecnológicos, correspondientes a la tercera o cuarta generación?
Finalmente, en este triángulo accidentológico, está el camino. Aunque las vías son construidas con los mismos principios técnico-científicos que el automóvil, es evidente que no se han adecuado a los vehículos de tercera y cuarta generación. No ha habido una reestructuración vial acorde con el crecimiento vehicular, y lo realizado hasta ahora no cubre las necesidades de flujo de tránsito, principalmente en las distintas metrópolis del continente, como se puede observar en las congestionadas calles, avenidas, rutas y autopistas que se ven diariamente.
Ahora bien, nos hacemos otra pregunta relacionada con lo planteado anteriormente: ¿Pueden soportar nuestros caminos a los vehículos automotores de tercera y cuarta generación?
Es decir, los peritos accidentólogos, los analistas en accidentología vial, los técnicos y demás especialistas no deben limitarse a ver sólo el árbol dentro del bosque, sino todos los árboles que lo conforman. Deben estudiar los elementos documentales ofrecidos, investigar en el lugar donde ocurrió el hecho y contar con el sustento teórico suficiente para fundamentar las teorías e hipótesis que surjan en la reconstrucción del accidente investigado.
Estudios teóricos
Cuando hablamos de teoría, nos referimos a las ciencias a las que debemos acudir en un estudio accidentológico. Es realmente asombrosa la interdisciplinariedad requerida. Obviamente, no se puede tener un conocimiento acabado de todas las ciencias, pero sí un conocimiento básico en áreas como:
Matemáticas
Física
Dibujo
Informática
Automotores
Diseño de caminos
Medicina forense
Química forense
Fotografía forense
Aspectos legales
Composición física de los materiales
Psicología de tránsito
Sociología de tránsito
Estudio de transporte
Metodología de la investigación
Como podemos apreciar, no es poco, y no se aprende en un día, una semana, un mes o un año. Este tema debe programarse de manera curricular, académica y pragmática. Es una cuestión de real importancia que debe analizarse aparte, debido a la relevancia que tiene en la enseñanza de las ciencias forenses.
Ahora bien, ¿cómo aplicamos todos estos conocimientos en una pericia, informe o relevamiento accidentológico? ¿Cómo interrelacionamos técnica y científicamente los hechos de tránsito? De nada sirve decir que un vehículo volcó, sin justificar cuál fue la causa desde el punto de vista técnico-científico, fundamentando desde la teoría lo que sucedió en la realidad, con un margen de error mínimo.
En la mayoría de los estudios periciales accidentológicos realizados, se hace hincapié en la velocidad a la que circulaban los vehículos, como si fuese el principal argumento causal del siniestro vial. Se llenan páginas con fórmulas y cálculos físicos intentando convencer de que esta es la causa más importante en la investigación vial. En otros casos, se enfatiza el factor humano, dejando de lado otros factores o sin relacionar las distintas causas que influyeron en el accidente.
Entonces, nos preguntamos realmente: ¿cómo es el proceso de un accidente de tránsito terrestre? ¿Cómo se investiga? ¿Cuál es la metodología a seguir? ¿Cuáles son sus principios? ¿Dónde comienza y dónde termina? ¿Cómo debe relacionarse íntimamente el triángulo accidentológico?
Cuando hablemos de investigación de siniestros viales terrestres, debemos hacerlo de manera integral, no por separado: por un lado el vehículo y su comportamiento dinámico; por otro, el comportamiento humano, la mala señalización y el mantenimiento o construcción inadecuada de la vía.
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